domingo, 23 de marzo de 2014

Hola pequeñas patatas.

Bueno, llevo bastante tiempo sin escribir, y pido perdón u.u, he estado ocupada con exámenes y estudios, peor ya estoy de vuelta. Hoy vengo a informar básicamente, de que estoy empezando a escribir en serio una novela. No es como todo lo que escribo, ni siquiera es fantasía. La historia no ha sucedido de verdad, pero no hay magia ni nada de ciencia ficción, va, básicamente, sobre bulling, sentirse solo e incomprendido, y de como a pesar de todo, si se aguanta lo suficiente, se puede terminar saliendo de todo eso. Y en fin, eso. No voy a publicarla aquí, esta novela voy a pulirla bien y a intentar publicarla. Os dejo un pequeño resumen sobre que va, y os añado un microrrelato que escribí hace unas semanas (no tiene nada que ver con la novela, básicamente es por rellenar):

"Lady Ann" es una chica de quince años que vive en el ala psiquiátrica de un hospital. Hace dos meses que intentó suicidarse. Sus médicos llevan semanas insistiéndola en que debe tomarse los antidepresivos, y escribir en un pequeño cuaderno todo lo que siente, pero ella no quiere. Cierto día, conoce a una chica y a su hermano pequeño. Ella esta ingresada una planta más abajo, en la de trastornos alimenticios, y su hermano va a verla todos los días. Tras eso, decide que es buena idea escribir en el cuaderno, pero no lo que siente, si no escribir su vida, contar su historia, mostrando el mundo tal y como ella lo ve."

Bueno, pues esa sería la sinopsis, básicamente. Tampoco os impacientéis ni nada, es probable que no lo termine hasta dentro de un mes o así, y a menos que me lo publiquen, no creo que salga a la luz. Os dejo el microrrelato.

La niebla matutina descendía con lentitud por la ladera, impidiendo que el sol rozase con sus rayos el suelo. El frío se colaba por todos los rincones de la ciudad, especialmente en el puerto que bordeaba la pequeña costa del Mar Frío de Glesisus, que daba nombre a aquel lugar. Los habitantes, comerciantes y viajeros que pasaban por las calles adoquinadas, llenas de edificios, llevaban ya una semana sin ver la luz del día, y lo que era aún peor: sin ver la nieve. Era raro que la nieve no cayese cada día desde el cielo, y aún más en el invierno. Sam no recordaba la ciudad sin nieve, es más, nunca nadie la había visto tan seca y grisácea. Era como si el verano hubiese llegado, salvo porque en verano también estaba todo inundado de aquel místico polvo blanco que les había caracterizado desde que la historia existía. Sin nieve, la ciudad iba a perder todo su esplendor y su magia, y los Jefes de la Mazmorra iban a morir, yéndose todo a pique. ¿Qué era lo que estaba sucediendo? ¿Por qué el clima había cambiado de pronto? El cielo se oscureció por un manto de nubes negras en ese instante, y un joven encapuchado puso sus pies en la puerta norte de la ciudad. Miró a un lado y a otro de la muralla, y, si se le hubiese visto la cara, se habría podido observar una sonrisa lobuna. Un trueno rompió el silencio, y el brillo de un relámpago deslumbró en la niebla, dejándolo todo morado durante unas decimas de segundo. La gente miró al cielo, pero apenas lograron ver los tejados de las casas y el final de los edificios que se extendían ante ellos. El mundo estaba oscuro, y el mal se cernía poco a poco sobre él.

¡Pasad un buen día, patatas!

sábado, 1 de marzo de 2014

Música.

Todo esta oscuro bajo mis parpados. Los gritos de jubilo e impaciencia de la muchedumbre me hacen sentir la presión y le emoción del momento. Siento como todo mi cuerpo se encrespa, y acaricio el mastil de la guitarra que llevo colgada a los hombros. La cojo con cariño y dulzura, mostrandole el amor que siento por ella, y aprieto la pua con los dedos de mi mano derecha, mientras la acerco suavemente a las cuerdas. Los nervios me comen por dentro. Abro los ojos y todo sigue igual de oscuro, pues las luces del escenario estan aun apagadas. Rasgo la primera cuerda, con cuidado, como si me diese miedo meter la pata, y comienzo con el dulce y suave punteo de la canción. Aquella canción que me había dado tanto, que habia significado todo, y que era de un grupo que me había salvado la vida. Todo se había quedado en silencio, solo se escuchaba mi guitarra, imitando el sonido del piano de la canción original. Siento una punzada en la garganta: las palabras necesitan salir. Me acerco al microfono. A cada segundo, a cada nota, los nervios desaparecen para dar paso a una felicidad indecriptible. La letra de la canción empieza a salir por mi boca, en un debil susurro, que se va haciendo mas fuerte con la seguridad que voy sintiendo. No puedo equivocarme. El extasis que siento me hace temblar un poco, pero me aferro al mastil, vuevo a cerrar los ojos y dejo que la vida que me da la música corra por mis venas. Nada como acariciar mi pequeña Flying V me hace sentir tan viva. El resto de instrumentos me acompañan, suenan con la misma fuerza, pero a la vez son tan lejanos. Yo y mi guitarra. Yo y la música. Es esa clase de amor intangible que sabes que esta ahí siempre, y que sientes la necesidad de expresar mediante las cuerdas, los trastes y la pua. Sois uno en dos. Un alma dividida en una persona y un instrumento. Solo te sientes completa cuando estas tocando. Siento como poco a poco mi corazón se acelera, sumergido en aquel precioso instante. Ese momento en el que sientes que no podrías estar haciendo nada mejor con tu tiempo. Ese momento en el que tu, entera, te sientes música... abro los ojos. La cancion ha terminado y estoy tumbada sobre la cama, con los cascos puestos. Giro la cabeza y miro a mi guitarra, posada en la esquina. "Pronto. Pronto sera real, pequeña" le susurro mentalmente mientras me incorporo. Cuando no estoy tocando, sueño con tocar, y aunque no cante, las letras de las canciones que mi mente teje fluyen por mis venas hacia mi mano, deseando salir. Ya me he inspirado suficiente. Me pongo en pie y me acerco a la mesa. Me siento en la silla y cojo un lapiz y un boli. Hago seis lineas paralelas, escribo debajo de todas ellas unas frases, cojo la guitarra y comienzo a dejar salir todo lo que llevo dentro. Pasan las horas, voy puliendo la música, mejorandola, hasta que todo encaja y termino. Dejo todo en su lugar y cojo la hoja con una sonrisa. La guardo en el archivador. Es mia, mi música, mi alma. Aunque no suenen del todo bien, aunque no sean buenas, son mi orgullo, mi vida y un trozo de mi corazón. Probablemente nadie las lea siquiera, y mucho menos las escuche, pero en mi mente y en mi archivador estan comodas y felices, pues existen y eso ya es suficiente para mi y para mi guitarra.
Bueno, pues no se, estaba tocando la guitarra y se me ha ocurrido. Nada más que alegar. ¡Un saludo, patatas!