Una moneda lanzada
al aire. Un golpe de suerte. Un cambio de sentido. A veces la vida
carece de cordura. A veces, un simple segundo sirve para destrozar la
vida de una persona, o para elevarla hasta la más absoluta
felicidad. El sonido del freno de un coche, el derrape y un golpe
seco. Solo eso, algo tan sencillo como eso, puede hacer que todo
cambie. O el sonido de un llanto de dolor, o el de un bebé recién
nacido. ¿Como puede la gente pensar que hay un dios benevolente y
todopoderoso en un mundo tan caótico y carente de justicia? Si
existe, sin duda es que nos ha olvidado, porqué, ¿como alguien
bueno puede morir por el filo de un cuchillo en manos de alguien
malo? Y, ¿como puede ese alguien malo salirse con la suya, o quedar
redimido al año de haber cometido el crimen que destrozo más de una
vida...?
El sonido de un
reloj. El goteo de la lluvia al caer por un tejado, o al golpear
contra una ventana. Un segundo... eres feliz... otro segundo, tu vida
es un infierno. El paso del tiempo, ese giro de la moneda en el aire,
es algo que nadie puede controlar. Es algo que nadie puede elegir,
cambiar o entender. ¿Por que a ti si te sale todo bien, cuando eres
cruel, y a mi no, cuando soy bueno? Esa pregunta, en la mente de
cientos de personas. Y no hay nadie ahí fuera para responderlas,
solo una palabra: el azar. El dichoso azar, vagando por el mundo de
forma invisible, tocando con su tacto de gloria a unos si y a otros
no. Porque nadie decide donde nace, o en que familia lo hace. Porque
nadie decide su situación, su destino o su futuro. Podemos
intentarlo, podemos esforzarnos en lograr lo que queremos, pero
siempre habrá una pequeña parte que sea fruto de la incomprensible
suerte. Querer no es poder. Querer es intentarlo. Querer es no
rendirse, es luchar. Pero por mucho que luchemos nadie elige cual es
su realidad, como mucho decide como afrontarla.