Todo esta oscuro bajo mis parpados. Los gritos de jubilo e impaciencia de la muchedumbre me hacen sentir la presión y le emoción del momento. Siento como todo mi cuerpo se encrespa, y acaricio el mastil de la guitarra que llevo colgada a los hombros. La cojo con cariño y dulzura, mostrandole el amor que siento por ella, y aprieto la pua con los dedos de mi mano derecha, mientras la acerco suavemente a las cuerdas. Los nervios me comen por dentro. Abro los ojos y todo sigue igual de oscuro, pues las luces del escenario estan aun apagadas. Rasgo la primera cuerda, con cuidado, como si me diese miedo meter la pata, y comienzo con el dulce y suave punteo de la canción. Aquella canción que me había dado tanto, que habia significado todo, y que era de un grupo que me había salvado la vida. Todo se había quedado en silencio, solo se escuchaba mi guitarra, imitando el sonido del piano de la canción original. Siento una punzada en la garganta: las palabras necesitan salir. Me acerco al microfono. A cada segundo, a cada nota, los nervios desaparecen para dar paso a una felicidad indecriptible. La letra de la canción empieza a salir por mi boca, en un debil susurro, que se va haciendo mas fuerte con la seguridad que voy sintiendo. No puedo equivocarme. El extasis que siento me hace temblar un poco, pero me aferro al mastil, vuevo a cerrar los ojos y dejo que la vida que me da la música corra por mis venas. Nada como acariciar mi pequeña Flying V me hace sentir tan viva. El resto de instrumentos me acompañan, suenan con la misma fuerza, pero a la vez son tan lejanos. Yo y mi guitarra. Yo y la música. Es esa clase de amor intangible que sabes que esta ahí siempre, y que sientes la necesidad de expresar mediante las cuerdas, los trastes y la pua. Sois uno en dos. Un alma dividida en una persona y un instrumento. Solo te sientes completa cuando estas tocando. Siento como poco a poco mi corazón se acelera, sumergido en aquel precioso instante. Ese momento en el que sientes que no podrías estar haciendo nada mejor con tu tiempo. Ese momento en el que tu, entera, te sientes música... abro los ojos. La cancion ha terminado y estoy tumbada sobre la cama, con los cascos puestos. Giro la cabeza y miro a mi guitarra, posada en la esquina. "Pronto. Pronto sera real, pequeña" le susurro mentalmente mientras me incorporo. Cuando no estoy tocando, sueño con tocar, y aunque no cante, las letras de las canciones que mi mente teje fluyen por mis venas hacia mi mano, deseando salir. Ya me he inspirado suficiente. Me pongo en pie y me acerco a la mesa. Me siento en la silla y cojo un lapiz y un boli. Hago seis lineas paralelas, escribo debajo de todas ellas unas frases, cojo la guitarra y comienzo a dejar salir todo lo que llevo dentro. Pasan las horas, voy puliendo la música, mejorandola, hasta que todo encaja y termino. Dejo todo en su lugar y cojo la hoja con una sonrisa. La guardo en el archivador. Es mia, mi música, mi alma. Aunque no suenen del todo bien, aunque no sean buenas, son mi orgullo, mi vida y un trozo de mi corazón. Probablemente nadie las lea siquiera, y mucho menos las escuche, pero en mi mente y en mi archivador estan comodas y felices, pues existen y eso ya es suficiente para mi y para mi guitarra.
Bueno, pues no se, estaba tocando la guitarra y se me ha ocurrido. Nada más que alegar. ¡Un saludo, patatas!
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