sábado, 26 de julio de 2014

The game of the music. Capitulo 1.


Capitulo 1.



––Así que te llaman Soul o S por el nombre de tu grupo––dijo ella rompiendo el silencio en el que llevaban sumergidas desde que habían salido de La Balada Triste, mientras caminaban por la calle, sin destino previo. Habían salido para poder hablar y para dar un paseo, tras pedirle a Dani que cantase él las pocas canciones que quedaban por tocar aquella noche.

––Si, pero en realidad me llamo Alexandra. Aunque tu puedes llamarme como quieras––la miro a los ojos y tras unos segundos de seriedad, ambas rieron, como si acabase de contar un chiste.––¿Tu como te llamas?––la chica de sonrisa tierna que tan bien le hacía sentir agachó la cabeza intentando que no viese que se había sonrojado, como si decirle su nombre le diese vergüenza.

––Mar...––dijo en un susurro, y la miró, esperando su reacción. Sonrio al ver que no se reía, que no bromeaba, que simplemente la miraba, con los ojos chispeantes de emoción, y es que el simple hecho de saber su nombre la hacía sentir como si hubiese recibido un millon de euros en la lotería.

––Es un nombre precioso––le contestó mientras se sumergía en sus pensamientos. Le pegaba. Aquél nombre sin duda le pegaba. Le recordaba al océano: precioso, lleno de misterios fascinantes. Ambas cosas le hacían perder la cabeza. El océano siempre le había gustado, cuando era pequeña su tío la llevaba siempre en su barco, y la habían enseñado a hacer surf. Pero también lo respetaba, sabía que podía ser peligroso, que en cualquier momento podía terminar con tu vida. Y así se sentía con ella. Le fascinaba y le encantaba, le parecía preciosa y alucinante, y hacía que su corazón se desbocase, pero sabía que solo un movimiento en falso podría alejarla para siempre, y que eso dolería demasiado.––Te pega.

Ambas se quedaron en silencio, continuando con el paseo, y al contrario de lo que le sucedía a S con la mayoría de gente, no era un silencio incomodo. Era un silencio tierno. De vez en cuando miraba a Mar de reojo, y esta apartaba la mirada rápidamente, fingiendo que no estaba mirándola ella primero, como si le diese miedo que lo supiese. En un momento determinado, se apartó el pelo negro rizado de la cara, con un gesto de la mano automático, y le pareció de nuevo el ser más bonito del mundo. No podía dejar de sonreír desde que la había visto entrar por la puerta, hasta el punto de que empezaban a adormilarsele las mejillas. Por su mente rondaban cientos de preguntas. ¿Se sentiría ella igual? ¿No le estaría pareciendo incómodo el silencio? ¿Estaría dispuesta a volver a quedar con ella? Tenía miedo de hacer un mal movimiento, se sentía como en un tablero de ajedrez, tenía que decir sus palabras con cuidado, como si fuesen sus fichas, para ganar la partida y que ella quisiese volver a verla, pero a la vez... a la vez sentía que podía decir lo que fuese, que no iba a molestarla, que podía ser ella misma al completo. Era tan confuso y contradictorio.

––¿Te gusta Smash Motuh?––Sacó el móvil y abrió la lista de música de su tarjeta SD, y deslizó el dedo por la pantalla táctil en busca de una canción.

––No he escuchado demasiado de ellos––volvió a agachar la cabeza, pero al instante se giró y se paró delante de ella, haciéndola frenar, mirándola directamente a los ojos.––Tengo una propuesta. Tu me enseñas todos los grupos que conozcas que yo no, y yo te enseño todos los que conozca pero tu no.––Sonrieron a la vez. Era el mejor trato que podía existir: asintió con la cabeza y le dio al play la canción. Mar miró el teléfono, y después juró que por un instante miró sus labios, para volver a posarse en sus ojos.––¿Como se llama esta canción?––dijo al cabo de veinte segundos, con cara de interés. Puso el pie derecho detrás del izquierdo, escondió las manos detrás de la espalda y ladeó la cabeza, mientras giraba lentamente sus caderas a un lado y al otro, impaciente. Ese fue el instante en el que se enamoró. Ese fue el instante en el que perdió el control de su corazón, y en el que supo que sus sentimientos ya no tenían vuelta atrás: se sentía feliz, nerviosa, con ganas de gritar y saltar, con ganas de abrazarla, susurrarle al oído que nunca jamás volvería a pasarle nada, y no soltarla nunca.

––Magic. Se llama Magic––estaba embobada. Ni siquiera recordaba haber abierto la boca para decirle el nombre de la canción. No podía dejar de mirarla. No podía apartar la vista de ella, y el como Mar le miraba le hacía morir de amor, le hacía sentir como si flotase entre nubes de algodón, como si todos los problemas de su vida fuesen a solucionarse solo con que ella hablase.––Eres preciosa––dijo sin pensar, y la joven que le hacía sentir tan mágica soltó una risa nerviosa mientras le daba un golpe en el hombro. Vio como se mordía el labio, pero no contestaba, y se sintió estúpida––Perdón.

––No, no pidas perdón––volvió a reír, miró a un lado y a otro, se puso de puntillas agarrándose a sus hombros y se acercó a su oído––Es solo que yo pensaba lo mismo de ti...––susurró, y el corazón de S se paró, y no volvió a latir hasta que su Ángel se separó, se giró y echo a andar.––vamos, quiero llevarte a un sitio.

––Claro, adonde quieras...

Echó a andar tras ella, y se puso rápidamente a su lado. No sabía que hacer, que decir, se había quedado completamente sin palabras. ¿Como era posible que existiese alguien tan perfecto? ¿Como alguien podía hacerle sentir así con una simple mirada o un susurro? Estaba buscando las respuestas para esas preguntas, sin fijarse en hacía donde la llevaba y en que habían dejado las carreteras y los edificios atrás, cuando se pararon. Enfocó la vista y se fijó en que estaban en una pequeña colina llena de arboles, justo en la parte más alta, y lo que se podía ver a la perfección era el sol poniéndose. Se quedó con la boca abierta, y cuando se giró para ver a su acompañante vio que ella se había sentado en la hierba y la miraba fijamente: al ver su atontamiento soltó una risotada y tiró de su pantalón para que se sentase. Se quedaron allí varios minutos en silencio, Mar mirando el sol, S mirándola a ella.

––Es el atardecer más bonito que he visto en mi vida––dijo, y la chica se giró para mirarla, y se rió.

––Pero si no lo estas mirando, llevas todo el rato mirándome a mi.

––Pues eso. El atardecer más bonito que he visto en mi vida. En ningún momento he dicho que lo sea por el sol––sonrió de forma picara, y la joven se tapó la cara con las manos mientras se echaba a reír, con las mejillas completamente rojas. Al instante S también se echó a reír y se puso igual de roja. Se sentía bien, como si la conociese de toda la vida, como si no pudiese haber secretos ente ellas, y se sentía extraña. Nunca le había pasado eso con nadie.

––Eres imbécil––le contestó cuando consiguió dejar de reír, poniéndose completamente seria mientras la miraba a los ojos, y por un instante creyó que había metido la pata, pero volvió a sonreír, se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla que provocó que un escalofrío recorriese todo su cuerpo.

Pensó en la película de Peter Pan: La gran aventura, exactamente en la escena en la que Wendy le da un beso a Peter, y se sintió así. Tenía ganas de gritar con todas sus fuerzas, y se sentía con energía suficiente para vencer piratas, mover montañas, derrotar gigantes o enfrentarse al mismísimo infierno, y sabía que si lo hacía ganaría porque nada ni nadie podía quitarle su felicidad y su fuerza de voluntad, y no podrían hacerlo nunca más. Se movió rápidamente y le devolvió el beso, y ella le dio un abrazo. Era completamente surrealista pensar que se habían conocido hacía una semana, que se habían visto dos días y que hacía apenas una hora que sabían el nombre de la otra. Era como si llevasen siendo amigas toda la vida, salvo que lo que sentían no era amistad.

––Mañana tenemos que volver, quiero que toques y cantes para mi aquí, sin gente, sin ruido. Sin la presión de tener que tocar baladas. Quiero que cantes lo que quieras––dijo Mar con la seguridad de quien sabe que le van a responder si sin pensárselo. Eso le hizo sentirse segura, a gusto. Sabía que a partir de ahora era bastante improbable que pasase un solo día sin hablar con ella, y mucho menos sin pensar en ella, y sabía que aquella chica que le había enamorado solo con existir tampoco lo haría.––y por supuesto tienes que darme tu numero.

––¿Mañana?––se miraron y sonrieron mientras cogía el móvil de su compañera y apuntaba en el su numero de teléfono––esta bien. ¿A las cuatro y media te viene bien?––Asintió, y se volvieron a quedar en silencio, sentadas una al lado del otro, mirando como el sol desaparecía por completo y las estrellas se hacían paso en el firmamento, mientras sentía que le ardía la mejilla: no podía sacarse de la cabeza aquel beso, ni podría hacerlo nunca.

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