<<<<<—Que no joder, que me dejes en
paz de una vez—dijo apartando con fuerza el brazo de su amigo que le ofrecía el
mando de la consola. Habían quedado tres horas antes para comer pizza y ver la
televisión, pero como de costumbre sus cuatro amigos le habían cogido la Xbox y
llevaban todo el rato ignorándole, hasta ahora, que Max se había ido para
recoger a su novia y les faltaba un jugador.
—Coño, hazlo por nosotros, solo una
partida, ¿vale? ¿Qué te cuesta? Si la Game Boy te encantaba cuando eras un puto
crío. ¿Cuándo te has vuelto tan soso y borde? No hay quien te soporte—Le dijo
San, que era el que le ofrecía jugar, con un tono cansado propio de aquellos
que han visto como uno de sus mejores amigos cambia completamente en cuestión
de años para ser alguien horrible.
—No me gustan los videojuegos—contestó levantándose
y cogiendo la chaqueta: no soportaba ni un segundo más allí dentro, y eso que
era su piso—es una forma absurda de perder el poco tiempo que tenemos de vida.
—Es una buena forma de olvidar los
problemas y entretenerse, tío. Desde el accidente no se en quien te has
convertido. Tu hasta te ganabas la vida con esto, subiendo gameplays a Youtube.
¿Dónde se ha quedado la chica friki que conocíamos?
Se quedó en silencio, observándoles,
mientras por la mente se le pasaban los recuerdos: Saltó desde aquel puente. Se
había tirado meses planteándoselo, pero nunca había tenido valor para hacerlo. ¿Qué
había cambiado, entonces, aquel 25 de diciembre en el que se suponía que debía
estar contento porque le habían regalado la guitarra de sus sueños? Era
sencillo entenderlo: ella. Una mujer. Siempre era por una mujer. No la conocía
directamente, solo había oído hablar de ella a su mejor amigo, a aquel que
consideraba su verdadero hermano aunque no compartiesen sangre. Aquel que había
saltado antes que ella al frío vacío de la muerte, a la nada, al olvido, aunque
ella jamás iba a olvidarle. Era prima de su mejor amigo, y le había
traicionado. Él había estado enamorado de ella, y ella había jugado con sus
sentimientos. Había sucedido en verano. Ella tenía a su novia, y él estaba por
su prima, y hablaban a diario. Había sido el mejor verano de su historia,
aunque la peor relación amorosa de su vida. Las dos habían sido unas putas,
nada más que alegar, y nadie que oyese la historia les habría llevado la
contraria. Su novia había jugado con ella como le había dado la gana, y le
había hecho perder la esperanza en la vida y el amor, y a él le había pasado lo
mismo, pero se tenían el uno al otro. Se contaban los problemas y se
aconsejaban, incluso cuando los dos querían morirse animaban al otro. Eso era
amistad. Eso era por lo que valía la pena vivir. Pero él lo había hecho, se
había despedido y había saltado, y ella no había podido soportarlo. Lo intentó
durante cuatro meses, con todas sus fuerzas. Pero se sentía sola, vacía. Nadie
la comprendía. Ni siquiera era capaz de entrar en clase porque para ella su
futuro era vivir con él en un piso cuando fuesen a la Uni y ser escritores
juntos. Siempre tenía ganas de llorar ahora, siempre, y ni siquiera era capaz
de escribir un par de líneas. Así que ese puñetero 25 de diciembre decidió
saltar del puente. Y no había servido de nada, joder, ¡de nada! Había sobrevivido,
y las máximas secuelas que tenía ahora eran las rojizas cicatrices de su
espalda del planchazo que se había dado contra el maldito agua del río, pero
estaba harta. Había vuelto a intentarlo, por ellos cuatro, por sus amigos, que
también habían sido amigos de él, pero no hermanos, así que no lo entendían.
Se dio la vuelta sin decir nada y salió al
pasillo, cerrando de un portazo: iba a seguir sus pasos. Le daba tanta pereza
todo que cogió el ascensor y pulso el numero 13, que era el numero de la azotea
hasta la que llegaba el edificio. Tardó cinco segundos, cinco largos segundos. “No debería hacerlo, joder. No es justo.
Todos se sentirán como me sentía yo. ¿Voy a condenarlos a todos a una muerte en
vida? Pero tampoco es justo por mí, coño. No siento nada, absolutamente nada.
Es horrible, es un vacio en mi interior. No sonrío, no como, no duermo. Ni
siquiera pienso en chicas, nada me gusta. Escribir solo sirve para desgarrarme
un alma más, pero era mi pasión. Es lo mejor. Debo hacerlo. Así ya nadie
cargara más conmigo. Total, dudo que haya nadie para mi en esta vida.” Tras
esos pensamientos se encontraba ya de pie sobre el bordillo. Abajo, en la
calle, los coches circulaban a gran velocidad, o eso le parecía a ella. El
tiempo se paró en aquel día y no volvió a correr nunca, ni lo volvería a hacer.
Se quitó la chaqueta de U2 que le habían comprado semanas atrás para intentar
animarla, pues era demasiado bonita como para mancharla con su sangre, y tras
dejarla en el suelo ni siquiera espero. Dio un salto, y a pesar de que era lo
que todo el mundo decía, ella no vio su vida pasar por delante, no pensó en
nada ni en nadie, solo en que por dios hubiese algo al otro lado donde pudiese
reunirse con él, y donde poder empezar de 0, y luchar de verdad por su
felicidad. No sintió nada cuando llego al suelo y chocó contra el asfalto, nada
más que un dolor agudo que duro un segundo, el segundo en que tardo su cabeza
en aplastarse. Y nadie volvió a saber nada de ella, y ella no volvió a saber
nada de nadie. Y jamás nunca volvió a sufrir, ni a sentir, ni a dormir, comer,
soñar, respirar. No volvió a hacer nada. O al menos que ella recordase, pues la
muerte es eso. Muerte. Dejar de vivir, dejar de hacer las cosas que se hacen
cuando uno esta vivo.>>>>>
Pues eso es. La reflexión a la que he llegado hoy es que definitivamente el destino debe existir, porque nada de eso paso, y yo he conocido a la chica más perfecta del Universo, y él va remontando poco a poco. También porque tengo un perro precioso y adorable, que había muerto de no adoptarlo yo. También porque ni mis padres, ni los suyos, ni nadie de nuestro alrededor se merece eso. Pero a la vez he llegado a la conclusión de que la vida es una puta mierda, y hace que las cosas buenas les lleguen tarde a las personas buenas, haciéndolas sufrir lo inimaginable, y que las cosas malas les pasen tarde o no les pasen a las personas malas. Y eso es todo por hoy, de momento. Tal vez escriba algo luego.
Bueno, ¿no os habéis planteado nunca los típicos ''¿que habría pasado si...''? Yo si, a diario. Pero bueno. Y eso es todo por hoy, de momento. Tal vez escriba algo luego.
¡Un saludo, patatas!
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